En
el post anterior me preguntaba por qué nos preocupa tanto
cómo poner límites a nuestros hijos, qué son los límites y la diferencia entre
ser padres permisivos o autoritarios.
Hoy
os voy a contar brevemente qué podemos esperar de los niños según su edad para
poder entenderles y enseñarles mejor. Y para terminar os daré unas claves para
establecer normas desde el respeto y con mucho amor.
¡Empezamos!
De 0-2 años
En esta edad los niños son pura necesidad. Necesidad que pasa por
la supervivencia. Necesitan comer, dormir, sentirse protegidos y amados. Y para
todo esto necesitan a mamá o papá cerca, y si están los dos siempre prefieren a
mamá (¡qué tendremos las madres!).
En esta etapa no hay límites. Las necesidades de los bebés no
las podemos limitar. Por eso la lactancia y el sueño son a
demanda, sin horarios, y tenemos que ofrecerles todo el cuidado y atención que
necesitan. Aunque no seamos conscientes, no atenderles como ellos
esperan y necesitan es contraproducente y perjudicial para ellos. (Sí,
son muy demandantes y es muy cansado, quizás no te lo dijo nadie antes de ser
madre. Ahora ya lo sabes, así que atiéndele cómo se merece. Ser madre es una
entrega total, cansada pero reconfortante).
El único lenguaje que tienen con esta edad es la
queja y el llanto. Si el niño está bien, calla; si se siente mal, llora. El
problema es que muchas veces los adultos no somos capaces de entenderles. No
lloran por maldad. No tienen malos comportamientos y tampoco podemos decir que
tienen rabietas. Detrás del llanto de un niño siempre hay una causa,
así que hay que atender el llanto hasta que averigüemos el motivo. El niño
tiene una necesidad o una molestia y lo que quiere es que se la solucionemos
porque él solo no puede.
Ante
la duda de por qué llora nuestro bebé y no saber qué hacer, siempre funciona
cogerle en brazos. Pero “todo el mundo dice que le voy a malcriar”. ¡Cógele! Si
sientes que debes hacerlo, ¡hazlo! Los bebés sólo necesitan
cariño y tener a mamá y papá cerca. La necesidad de contacto de los bebés
es casi continua y si no se la damos nos la reclamará. Si dejas llorar a tu
bebé se sentirá desprotegido. Si le haces caso cuando llora sabrá que mamá y
papá siempre están cuando les necesita. No le vas a malcriar. Estás
criando un bebé sano, feliz, seguro y con autoestima, que cuando crezca sabrá
que sus padres siempre están a su lado cuando les necesita. Atenderlos
siempre no es sinónimo de malcriar, sino de educar correctamente.
A
partir del año comienzan
a decir algunas palabras y a utilizar gestos que nos facilitan la comunicación.
También comienza a coger cosas y a moverse (se gira, se sienta, gatea, se pone
de pie, camina). Igual que no podemos regañarle por caerse de la cama porque ha
aprendido a girarse (es responsabilidad nuestra no dejarse solo), no podemos
regañarle porque coge un jarrón de cristal o tira del mantel y se cae todo. El
niño está descubriendo el mundo que le rodea, que para él es
apasionante. Somos los adultos los que tenemos que ofrecerle un
espacio seguro donde poder desarrollar todas sus capacidades. Tapa los
enchufes y quita de su alcance las cosas peligrosas o que no quieras que
estropee. Es tu responsabilidad, no le culpabilices a él. Si ocurre un
accidente él será el primero que se asuste. Abrázale y explícale amorosamente
qué ha sucedido, aunque creas que es sólo un bebé y no te entiende poco a poco irá
comprendiendo.
De 2-4 años
A
partir de los 2 años, los niños comienzan a estar preparados para
hablar y razonar. Comienzan a tener ideas propias y a darse cuenta
de que son personas diferentes a las que les rodean. Es la etapa
de las rabietas, porque el niño tiene unas ideas y unas
razones muy importantes para él, y hasta que no entienda que las nuestras son
mejores las va a defender.
A
veces los límites que les queremos poner a esta edad son cuestionables, porque
dependen de nuestra cultura o de la educación que hemos recibido. Por eso, no
debemos ponerles miles de normas y decirles que NO a todo. Tenemos que ponerles
pocas normas, pero que sean claras.
Cuando
no hacen caso o “se saltan las normas” lo único que están
intentando comprobar es si lo que le hemos dicho es de verdad tan importante.
Por eso, si nuestro hijo defiende su postura o hace una rabieta, nosotros
tenemos que mantener siempre nuestra palabra, porque si acabamos cediendo, para
que el niño no monte una pataleta o la líe en público, le estamos "enseñando" inconscientemente
que realmente no era tan importante lo que le estábamos pidiendo
y lo que conseguimos es que por norma no nos haga caso.
Hay límites incuestionables. Son aquellos que le
protegen de dañarse y dañar a los demás, como no se pega ni se daña a
nadie (no se muerde, no se empuja, no se araña....). Es cierto que esta etapa
todavía es muy sensorial y muchas veces se relacionan con sus iguales pegando y
mordiendo. Debemos explicarles amorosamente pero con firmeza que ese
comportamiento no está bien y por supuesto ser coherentes y no regañarles
pegándoles nosotros.
En
esta etapa los niños siguen siendo muy demandantes. Piden
muchas cosas permanentemente. "Mamá ven", "mamá
mira", "mamá, mamá, ¡mamá....!". Para nosotros es muy
cansado (sobre todo si pasamos mucho tiempo con ellos y tenemos varios hijos) y
con las miles
de cosas que siempre tenemos que hacer solemos decirles que
NO a todo: "Ahora NO puedo", "Espera", "Más
tarde". Inconscientemente el mensaje que se les queda es que no
hay que atender las demandas que te hagan, por eso, cuando nosotros les pedimos
que nos hagan caso (¡a la primera!), no lo hacen (si mis padres no me
hacen caso (a la primera) cuando yo les pido algo...que insistan como insisto
yo).
De 5-8 años
En
esta etapa el niño ya sabe cuáles son las normas y cómo debe
comportarse, siempre que le hayamos puesto las normas adecuadas y claras.
En este momento los problemas que surgen son de
convivencia y comportamiento porque el niño no hace lo que nosotros
esperamos. Es el momento en el que los niños empiezan a
cuestionarse las cosas (cada vez más a medida que se acercan a la
adolescencia). Hasta ahora las normas les han permitido moverse y decidir con
autonomía y libertad dentro de un "recinto seguro".
Ahora, poco a poco se van midiendo con las normas y propuestas que les hacemos
para descubrir si son realmente buenas y necesarias para ellos.
¿Cómo poner límites y enseñar normas a nuestro hijo?
Como
hemos visto, lo primero de todo es saber en qué momento de su
desarrollo se encuentra nuestro hijo y qué podemos esperar de él.
Los límites tenemos que ponerlos porque son necesarios,
pero siempre desde el respeto: sin gritar, sin castigar, sin amenazar, sin chantajear.
Educar
con apego y con amor, no quiere decir dejarles hacer lo que quieren. Y
diréis: "Pero hasta que no le doy un grito no me hace caso".
Párate a pensar si realmente te hace más caso porque le gritas o lo hace por
miedo al castigo o las represalias. A lo mejor sigue sin hacerte caso aunque le
gritas. ¿Seguro que gritarle te está surtiendo efecto? (Si quieres
puedes leer más sobre Educar sin gritar en este post)
La
mayoría de las veces, sobre todo cuando son pequeños, no van a entender los
límites que les ponemos, pero poco a poco los irán entendiendo y los aceptarán
mejor si se lo decimos de forma que ellos se sientan queridos, respetados y de
que lo decimos por su bien.
1. Ponte
a su altura, mírale a los ojos y habla sin alzar la voz.
2. Dile frases
cortas y fáciles de entender: “En casa no se juega a la pelota"
3. Dale
explicaciones: Educar en valores implica explicarle a los niños por
qué se hacen las cosas, las consecuencias o las reglas. Responder con un “porque
sí” o “porque no” no es válido. "En casa no se juega a la
pelota porque no hay espacio y se pueden romper las cosas".
4. Empatiza
con tu hijo y escúchale para conocer su punto de vista.
5. Dale
nuevas alternativas: Al darle a escoger el pequeño sentirá que tiene
libertad para elegir y que le tienes en cuenta. Evitarás que te desobedezca
porque le impusiste una tarea. Hazle partícipe y se sentirá útil.
Si no quiere bañarse porque está muy entretenido jugando o viendo la tele
puedes decirle: cuando mamá ponga la mesa o cuando acabe el capítulo nos
bañamos (recuerda que los niños no saben qué son 10 minutos ni cuánto
duran). O si tiene que recoger antes de irse a dormir le puedes preguntar
si quiere recoger antes o después de bañarse o de cenar.
6. No
le digas que es malo: él no es malo, es mala su conducta. No le
censuramos a él, sino a su conducta, por eso nunca rechaces al niño por una
travesura o mal comportamiento.
“Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo
necesite” (R.L. Stevenson. Dr. Jekyll y Mr. Hyde)
Si
el límite o la norma ya se ha quebrantado tenemos que asumirlo. Intentar
conseguir lo que uno quiere o necesita no es malo en sí mismo. Nuestra función
es retomar y volver a la situación de seguridad o volver a explicar el porqué
de la norma.
7. Cuida
tu temperamento: no dejes que tu enfado o falta de control te hagan
arrepentirte de cómo le tratas. Primero cálmate para no gritarle y luego
corrige con firmeza pero de forma amorosa. En el siguiente post escribiré sobre
cómo gestionar nuestro enfado y el de nuestros hijos.
8. No
incumplas tus propias reglas y predica con el ejemplo: Las normas se
imponen y son para cumplirse. No es aceptable que antepongas lo que él desea
sólo porque no haga una pataleta y tampoco es aceptable que tú no cumplas una
norma que le pones a él, por ejemplo, “en la mesa no se come con el
móvil”.
Para educar se necesita tiempo, paciencia (mucha paciencia), comprensión y
respeto. Y es cansado (muy cansado) hay que repetirles las cosas miles de veces, pero es
necesario perseverar.
Nadie dijo que fuera fácil.
Muchas veces se trata de "desaprender
lo aprendido".
¡Y cuántas cosas aprendemos y desaprendemos educando a nuestros
hijos!
En
el post anterior me preguntaba por qué nos preocupa tanto
cómo poner límites a nuestros hijos, qué son los límites y la diferencia entre
ser padres permisivos o autoritarios.
Hoy
os voy a contar brevemente qué podemos esperar de los niños según su edad para
poder entenderles y enseñarles mejor. Y para terminar os daré unas claves para
establecer normas desde el respeto y con mucho amor.
¡Empezamos!
De 0-2 años
En esta edad los niños son pura necesidad. Necesidad que pasa por
la supervivencia. Necesitan comer, dormir, sentirse protegidos y amados. Y para
todo esto necesitan a mamá o papá cerca, y si están los dos siempre prefieren a
mamá (¡qué tendremos las madres!).
En esta etapa no hay límites. Las necesidades de los bebés no
las podemos limitar. Por eso la lactancia y el sueño son a
demanda, sin horarios, y tenemos que ofrecerles todo el cuidado y atención que
necesitan. Aunque no seamos conscientes, no atenderles como ellos
esperan y necesitan es contraproducente y perjudicial para ellos. (Sí,
son muy demandantes y es muy cansado, quizás no te lo dijo nadie antes de ser
madre. Ahora ya lo sabes, así que atiéndele cómo se merece. Ser madre es una
entrega total, cansada pero reconfortante).
El único lenguaje que tienen con esta edad es la
queja y el llanto. Si el niño está bien, calla; si se siente mal, llora. El
problema es que muchas veces los adultos no somos capaces de entenderles. No
lloran por maldad. No tienen malos comportamientos y tampoco podemos decir que
tienen rabietas. Detrás del llanto de un niño siempre hay una causa,
así que hay que atender el llanto hasta que averigüemos el motivo. El niño
tiene una necesidad o una molestia y lo que quiere es que se la solucionemos
porque él solo no puede.
Ante
la duda de por qué llora nuestro bebé y no saber qué hacer, siempre funciona
cogerle en brazos. Pero “todo el mundo dice que le voy a malcriar”. ¡Cógele! Si
sientes que debes hacerlo, ¡hazlo! Los bebés sólo necesitan
cariño y tener a mamá y papá cerca. La necesidad de contacto de los bebés
es casi continua y si no se la damos nos la reclamará. Si dejas llorar a tu
bebé se sentirá desprotegido. Si le haces caso cuando llora sabrá que mamá y
papá siempre están cuando les necesita. No le vas a malcriar. Estás
criando un bebé sano, feliz, seguro y con autoestima, que cuando crezca sabrá
que sus padres siempre están a su lado cuando les necesita. Atenderlos
siempre no es sinónimo de malcriar, sino de educar correctamente.
A
partir del año comienzan
a decir algunas palabras y a utilizar gestos que nos facilitan la comunicación.
También comienza a coger cosas y a moverse (se gira, se sienta, gatea, se pone
de pie, camina). Igual que no podemos regañarle por caerse de la cama porque ha
aprendido a girarse (es responsabilidad nuestra no dejarse solo), no podemos
regañarle porque coge un jarrón de cristal o tira del mantel y se cae todo. El
niño está descubriendo el mundo que le rodea, que para él es
apasionante. Somos los adultos los que tenemos que ofrecerle un
espacio seguro donde poder desarrollar todas sus capacidades. Tapa los
enchufes y quita de su alcance las cosas peligrosas o que no quieras que
estropee. Es tu responsabilidad, no le culpabilices a él. Si ocurre un
accidente él será el primero que se asuste. Abrázale y explícale amorosamente
qué ha sucedido, aunque creas que es sólo un bebé y no te entiende poco a poco irá
comprendiendo.
De 2-4 años
A
partir de los 2 años, los niños comienzan a estar preparados para
hablar y razonar. Comienzan a tener ideas propias y a darse cuenta
de que son personas diferentes a las que les rodean. Es la etapa
de las rabietas, porque el niño tiene unas ideas y unas
razones muy importantes para él, y hasta que no entienda que las nuestras son
mejores las va a defender.
A
veces los límites que les queremos poner a esta edad son cuestionables, porque
dependen de nuestra cultura o de la educación que hemos recibido. Por eso, no
debemos ponerles miles de normas y decirles que NO a todo. Tenemos que ponerles
pocas normas, pero que sean claras.
Cuando
no hacen caso o “se saltan las normas” lo único que están
intentando comprobar es si lo que le hemos dicho es de verdad tan importante.
Por eso, si nuestro hijo defiende su postura o hace una rabieta, nosotros
tenemos que mantener siempre nuestra palabra, porque si acabamos cediendo, para
que el niño no monte una pataleta o la líe en público, le estamos "enseñando" inconscientemente
que realmente no era tan importante lo que le estábamos pidiendo
y lo que conseguimos es que por norma no nos haga caso.
Hay límites incuestionables. Son aquellos que le
protegen de dañarse y dañar a los demás, como no se pega ni se daña a
nadie (no se muerde, no se empuja, no se araña....). Es cierto que esta etapa
todavía es muy sensorial y muchas veces se relacionan con sus iguales pegando y
mordiendo. Debemos explicarles amorosamente pero con firmeza que ese
comportamiento no está bien y por supuesto ser coherentes y no regañarles
pegándoles nosotros.
En
esta etapa los niños siguen siendo muy demandantes. Piden
muchas cosas permanentemente. "Mamá ven", "mamá
mira", "mamá, mamá, ¡mamá....!". Para nosotros es muy
cansado (sobre todo si pasamos mucho tiempo con ellos y tenemos varios hijos) y
con las miles
de cosas que siempre tenemos que hacer solemos decirles que
NO a todo: "Ahora NO puedo", "Espera", "Más
tarde". Inconscientemente el mensaje que se les queda es que no
hay que atender las demandas que te hagan, por eso, cuando nosotros les pedimos
que nos hagan caso (¡a la primera!), no lo hacen (si mis padres no me
hacen caso (a la primera) cuando yo les pido algo...que insistan como insisto
yo).
De 5-8 años
En
esta etapa el niño ya sabe cuáles son las normas y cómo debe
comportarse, siempre que le hayamos puesto las normas adecuadas y claras.
En este momento los problemas que surgen son de
convivencia y comportamiento porque el niño no hace lo que nosotros
esperamos. Es el momento en el que los niños empiezan a
cuestionarse las cosas (cada vez más a medida que se acercan a la
adolescencia). Hasta ahora las normas les han permitido moverse y decidir con
autonomía y libertad dentro de un "recinto seguro".
Ahora, poco a poco se van midiendo con las normas y propuestas que les hacemos
para descubrir si son realmente buenas y necesarias para ellos.
¿Cómo poner límites y enseñar normas a nuestro hijo?
Como
hemos visto, lo primero de todo es saber en qué momento de su
desarrollo se encuentra nuestro hijo y qué podemos esperar de él.
Los límites tenemos que ponerlos porque son necesarios,
pero siempre desde el respeto: sin gritar, sin castigar, sin amenazar, sin chantajear.
Educar
con apego y con amor, no quiere decir dejarles hacer lo que quieren. Y
diréis: "Pero hasta que no le doy un grito no me hace caso".
Párate a pensar si realmente te hace más caso porque le gritas o lo hace por
miedo al castigo o las represalias. A lo mejor sigue sin hacerte caso aunque le
gritas. ¿Seguro que gritarle te está surtiendo efecto? (Si quieres
puedes leer más sobre Educar sin gritar en este post)
La
mayoría de las veces, sobre todo cuando son pequeños, no van a entender los
límites que les ponemos, pero poco a poco los irán entendiendo y los aceptarán
mejor si se lo decimos de forma que ellos se sientan queridos, respetados y de
que lo decimos por su bien.
1. Ponte
a su altura, mírale a los ojos y habla sin alzar la voz.
2. Dile frases
cortas y fáciles de entender: “En casa no se juega a la pelota"
3. Dale
explicaciones: Educar en valores implica explicarle a los niños por
qué se hacen las cosas, las consecuencias o las reglas. Responder con un “porque
sí” o “porque no” no es válido. "En casa no se juega a la
pelota porque no hay espacio y se pueden romper las cosas".
4. Empatiza
con tu hijo y escúchale para conocer su punto de vista.
5. Dale
nuevas alternativas: Al darle a escoger el pequeño sentirá que tiene
libertad para elegir y que le tienes en cuenta. Evitarás que te desobedezca
porque le impusiste una tarea. Hazle partícipe y se sentirá útil.
Si no quiere bañarse porque está muy entretenido jugando o viendo la tele
puedes decirle: cuando mamá ponga la mesa o cuando acabe el capítulo nos
bañamos (recuerda que los niños no saben qué son 10 minutos ni cuánto
duran). O si tiene que recoger antes de irse a dormir le puedes preguntar
si quiere recoger antes o después de bañarse o de cenar.
6. No
le digas que es malo: él no es malo, es mala su conducta. No le
censuramos a él, sino a su conducta, por eso nunca rechaces al niño por una
travesura o mal comportamiento.
“Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo
necesite” (R.L. Stevenson. Dr. Jekyll y Mr. Hyde)
Si
el límite o la norma ya se ha quebrantado tenemos que asumirlo. Intentar
conseguir lo que uno quiere o necesita no es malo en sí mismo. Nuestra función
es retomar y volver a la situación de seguridad o volver a explicar el porqué
de la norma.
7. Cuida
tu temperamento: no dejes que tu enfado o falta de control te hagan
arrepentirte de cómo le tratas. Primero cálmate para no gritarle y luego
corrige con firmeza pero de forma amorosa. En el siguiente post escribiré sobre
cómo gestionar nuestro enfado y el de nuestros hijos.
8. No
incumplas tus propias reglas y predica con el ejemplo: Las normas se
imponen y son para cumplirse. No es aceptable que antepongas lo que él desea
sólo porque no haga una pataleta y tampoco es aceptable que tú no cumplas una
norma que le pones a él, por ejemplo, “en la mesa no se come con el
móvil”.
Para educar se necesita tiempo, paciencia (mucha paciencia), comprensión y
respeto. Y es cansado (muy cansado) hay que repetirles las cosas miles de veces, pero es
necesario perseverar.
Nadie dijo que fuera fácil.
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lo aprendido".
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En el
próximo post hablaremos de cómo gestionar nuestros enfados y los de nuestros hijos.
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Libros recomendados:
Ni rabietas ni conflictos, Rosa Jové
Aprender a educar, Naomi Aldort
Ser padres desde el corazón, Inbal Kashtan
Fuentes:
Ni rabietas ni conflictos, Rosa Jové
http://www.psicologiaycrianza.com
http://www.miriamtirado.com/es/
http://mamaom.es/
En el
próximo post hablaremos de cómo gestionar nuestros enfados y los de nuestros hijos.
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Aprender a educar, Naomi Aldort
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Ser padres desde el corazón, Inbal Kashtan
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Ni rabietas ni conflictos, Rosa Jové
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