Hoy voy a tratar un tema que a
muchos padres nos preocupa. Pero antes de entrar en materia, que da para mucho,
lo primero que quiero decir es que la palabra “límite” no acaba de convencerme.
¿Qué es un límite?
¿Los
adultos tenemos límites?
¿Nos gusta vivir limitados o queremos vivir
plenamente desarrollando todo nuestro potencial?
Límite suena a controlar y a oprimir los impulsos, imponiendo el criterio del adulto por encima del
desarrollo del niño y su necesidad. En una educación autoritaria realmente es
así; estamos cansados de oír el “porque
yo lo digo, ¡y punto!” y de ver a los adultos dirigirse a los niños de forma agresiva y con amenazas. Pero hacerlo así no es educativo, el niño hará lo que le
digamos por miedo al castigo o las represalias y nosotros lo que queremos es que
lo haga porque es bueno para él, llegando el momento en que lo entienda y lo haga
porque sale de él sin que nosotros tengamos que decírselo, porque es responsable, capaz y autónomo.
Creo que cuando hablamos de
límites referidos a los niños, lo que en realidad queremos decir, o por lo
menos a lo que yo quiero referirme, es a cómo ponerles normas. Y más que
“ponerles” diría cómo hacerles entender ciertas normas básicas (e incluso iría
un poquito más allá, y diría cómo ayudarles también a adquirir actitudes y
comportamientos buenos y valiosos) a nivel personal, familiar y social que les
permitan desarrollarse como personas y poder relacionarse adecuadamente con los
demás.
Las normas son
esenciales y deben permitir a los niños distinguir entre lo que está bien y lo
que está mal, lo que es bueno o malo para ellos y para los demás, lo que es
peligroso, etc. Además nos permiten aprender a ser educados y a
respetar a los demás. En definitiva, el niño debe aprender, con la ayuda del
adulto, a descubrir por sí mismo lo que es bueno y adecuado.
Los niños necesitan normas
claras, aunque a medida que crezcan sean cuestionadas. Tener normas les permite
moverse y decidir dentro de un “recinto seguro” en el que van a moverse con
autonomía y libertad sin hacerse daño ni dañar a nadie. Con el tiempo podrán
medirse frente a esa propuesta o norma y descubrir entonces si realmente es
buena y necesaria para ellos.
Está claro que hay normas que no son cuestionables; como por ejemplo: “No se meten los dedos en el enchufe” o “No se
pega”, pero debemos explicarles siempre el porqué.
Si a los niños no les ponemos
normas o las normas que les ponemos son arbitrarias o poco claras el niño se
siente confuso y desprotegido. Los niños están aprendiendo y necesitan saber
que papá y mamá tienen “el control” y que si pasa algo le van a ayudar. Si se siente confundido, le costará más hacer caso, porque no sabe si es que "sí" o que "no" o si finalmente va a poder hacer "lo que él quiere". Un niño
“sin límites” buscará todo el tiempo que se los pongas porque necesita de ellos
y él todavía no es capaz de ponérselos.
Freepick |
¿Por qué nos preocupa tanto el
tema de cómo poner límites a los niños?
Quizás a esta pregunta podáis
contestar mejor vosotros. Yo lo que creo es que tenemos miedo a ser
autoritarios o a pecar de ser demasiado permisivos. No sabemos dónde está el
término medio y no queremos educar niños consentidos y malcriados.
Que nuestros hijos no nos comprendan, tengan rabietas o tengan su propio punto de vista sobre lo que les decimos cuando les ponemos límites es algo que nos pone nerviosos, nos enfada e indigna, hasta tal punto que a veces acabamos gritando y amenazándoles y, por el contrario, otras veces nos volvemos blandos y, para que el niño no haga una pataleta, cedemos en nuestro límite y entonces lo que le decimos no habrá servido de nada.
Que nuestros hijos no nos comprendan, tengan rabietas o tengan su propio punto de vista sobre lo que les decimos cuando les ponemos límites es algo que nos pone nerviosos, nos enfada e indigna, hasta tal punto que a veces acabamos gritando y amenazándoles y, por el contrario, otras veces nos volvemos blandos y, para que el niño no haga una pataleta, cedemos en nuestro límite y entonces lo que le decimos no habrá servido de nada.
¿Será que no tenemos referentes a nuestro alrededor de los que
aprender?
Los padres permisivos muchas veces son aquellos que no saben cómo poner
límites o qué límites poner. Otras veces son aquellos que pasan poco tiempo con
sus hijos e intentan compensarles de alguna manera o no quieren enfrentarse a
ellos. Si tendemos a ceder y el niño siempre se sale con la suya, pensará que
siempre tiene que ser así. Le costará relacionarse y pondrá su felicidad en las
cosas materiales y en la satisfacción de sus deseos. El niño tiene que aprender
que puede sentirse bien a pesar de no conseguir lo que quiere.
Los padres que se pasan de autoritarios
son aquellos que ponen un montón de límites, muchos arbitrarios y sin sentido, y viven
la relación con sus hijos en “aquí mando
yo” y “porque yo lo digo” y en un forcejeo de "a ver quién puede más".
Quizás sus padres eran así y no conocen otra forma de educar o a lo mejor
intentan compensar que tuvieron padres que no les atendían lo suficiente y es
su forma de proteger a sus hijos.
Parece complicado, pero lo
importante es que nosotros, adultos, tomemos conciencia de cómo hemos sido
educados y de cómo queremos educar; de cómo les tratamos y de cómo resolvemos los conflictos.
Los niños aprenden con nuestro
ejemplo, por eso, para ponerles normas hay que comenzar a enseñarles con
nuestra forma de actuar.
En el próximo post os contaré cómo poner límites y normas a nuestros hijos y veremos qué podemos esperar de ellos en cada etapa evolutiva.
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Fuentes:
Ni rabietas ni conflictos, Rosa Jové
http://www.psicologiaycrianza.com
http://www.miriamtirado.com/es/
http://mamaom.es/
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