Uno de los miedos más comunes entre las
embarazadas, principalmente las primerizas, es el dolor en el parto.
¿Cuánto va a
doler? ¿Seré capaz de aguantar el dolor?
Son algunas de las preguntas más
frecuentes que nos hacemos, al temer sentir un dolor excesivo. Pues se trata de
un dolor que nunca antes hemos experimentado y no sabemos a lo que nos vamos a
enfrentar.
Pese a la idea de que cada uno tiene un umbral de sensibilidad
ante el dolor, hay estudios que demuestran que nuestra reacción ante el dolor depende
más de procesos mentales, es decir, del momento y la circunstancia en la que
nos encontremos y en la que aparezca ese dolor. Por eso, ser conscientes de que
el dolor en el parto tiene un sentido nos ayuda a enfrentarnos mejor a él, e
influirá nuestra actitud y el apoyo y atención que recibamos.
El problema es que vivimos
en una sociedad en la que todo es rápido, buscamos “lo fácil” y tenemos muy poca capacidad de sacrificio, y no
queremos que los partos sean de otra manera. Por eso, es común escuchar decir a
muchas mujeres que lo único que quieren es “que pase rapidito”, “que se lo saquen” y, por supuesto, “que no duela”.
En el último siglo la medicina ha avanzado y se han
logrado muchos descubrimientos. La mejora de la sanidad se ha visto acompañada de la
generalización de los partos hospitalarios reduciendo la tasa de mortalidad materno-infantil. Las mujeres comenzaron a acudir a
los hospitales a dar a luz porque se sentían más seguras. El problema viene cuando los avances (la
epidural, la oxitocina, los monitores…), en vez de ayudar al caso particular
que lo necesita, se generalizan para toda la población. Lo que conlleva realizar una alta tasa de partos intervenidos e instrumentalizados. Debido a que una pequeña
intervención desencadena otras muchas que, si no son necesarias, en vez de
ayudar, perjudican los partos naturales, la recuperación postparto y la
lactancia.
Ir a los hospitales confiadas en el apoyo y ayuda
del personal sanitario que nos va a atender no es malo per se, pero ha hecho que con el paso de los
años hayamos perdido la trasmisión entre generaciones del arte de dar a luz y la
sensibilidad para reconocer los cambios que se producen en nuestro cuerpo durante
el parto, “dejándonos hacer”, no siendo protagonistas y perdiendo la capacidad
de disfrutar de un momento tan especial y único como es el nacimiento de un
hijo.
No podemos olvidar que una madre embarazada no está enferma. Tampoco una madre que da a luz está enferma. Vamos al hospital no por enfermedad, sino para recibir una atención adecuada y por estar cerca de unos recursos en el caso de ser necesarios. Una madre que va a dar a
luz tiene que ser protagonista del nacimiento de su hijo. Es ella la que da a
luz, no los médicos los que sacan al bebé. Es la madre la que siente lo que
sucede en su cuerpo y en su hijo, es ella la que le acompaña a nacer.
No digo que dar a luz no sea doloroso. La
cuestión fundamental es la forma de estar nosotras en el alumbramiento de nuestro hijo, cómo nos
acompañan las personas que están a nuestro lado en el parto (que
deben ser las mínimas, de nuestra confianza y con poca intromisión e
intervención) y en nuestra capacidad de entrega y sacrificio. Una madre es una sola cosa con el bebé que lleva dentro, que se conecta a sus emociones y a sus sensaciones físicas, incluso al dolor. Y mediante la respiración y el movimiento es capaz de controlar y manejar el dolor.
Tenemos que saber que las contracciones no son dolores, son comprensiones que pueden
resultar dolorosas sobre todo cuando su eficacia es máxima. Las contracciones
del útero ayudan al bebé a que se vaya colocando y que vaya abriéndose camino.
Las contracciones no aparecen de repente. Toda contracción
tiene un inicio suave, un punto culminante y un tiempo de reposo antes de la
siguiente. A medida que las
contracciones se van haciendo más fuertes, más largas y más seguidas, la
sensación de presión se hace más intensa. Si no dejamos que este proceso suceda
a su ritmo, no seremos capaces de irnos adaptando a ese dolor. Me explico. El cuerpo
tiene un diseño perfecto y todo está calculado al milímetro. Sólo tenemos que
dejar que las cosas que tienen que suceder en el momento de dar a luz pasen cuando tienen que pasar. Si como os decía antes, generalizamos las
intervenciones (innecesarias) nuestro cuerpo no reacciona de la forma que
debería. Por ejemplo: si nos inyectan oxitocina sintética, y no es necesario
(que en un parto natural nunca es necesario, salvo para acelerar el proceso), las
contracciones se aceleran, llevan un ritmo que no podemos controlar ni
aguantar, y evidentemente vamos a desear pedir la epidural. No es lo mismo, que
las contracciones (que son como olas) vayan fluyendo poco a poco y creciendo
progresivamente en intensidad, a que nos inyecten oxitocina sintética y de
repente tengamos un oleaje constante y fuerte. Si nos da la ola de golpe, nos
tumba, si vienen poco a poco las saltamos.
Si dejamos que el proceso sea a su ritmo, al ritmo que marca nuestro cuerpo, seremos capaces de hacer frente a
ese dolor que va viniendo poco a poco. Os pongo otro ejemplo. Es como querer
hacer una carrera a toda velocidad el primer día. Sin embargo, el parto es como
una carrera de fondo. Tenemos que ir poco a poco, manteniendo el ritmo y las
respiraciones y al final darlo todo con un último esfuerzo. Acabaremos
agotados, pero podremos conseguirlo. Si queremos correr a máxima velocidad la
misma distancia, quizás tardaríamos menos tiempo, pero nos será imposible
llegar al final sin desfallecer. Pues esto mismo sucede con el dolor en el
parto.
Ante este miedo al dolor, ante el desconocimiento
de nosotras mismas, ante las intervenciones innecesarias y ante la confianza ciega en el personal sanitario (¡OJO! Que tengo muchos amigos sanitarios
y he dado a luz a mis 3 hijos en el hospital), la epidural se ha convertido en el método más usado para reducir el
dolor de las contracciones durante el trabajo de parto. En España en torno al
80% de los partos vaginales tienen lugar con anestesia epidural. Pero no
podemos olvidar que la epidural es una intervención médica que tiene riesgos
tanto para la mamá como para el bebé y por esta razón jamás debemos usarla de
manera rutinaria.
Manejar el dolor no siempre es fácil, aunque
queramos un parto sin epidural. Pero no podemos llegar a dar a luz y lo primero que pidamos sea la epidural, sin intentar si quiera aguantar las primeras molestias. Antes de llegar a usar fármacos para
aliviar el dolor, es recomendable intentar reducir el dolor usando otros métodos de alivio natural del dolor.
Lo fundamental es el apoyo psicológico y emocional que reciba
la embarazada por parte de la persona que haya decidido que le acompañe en
el nacimiento de su hijo. Habitualmente es la pareja, pero puede ser cualquier
persona de su confianza, como su madre, hermana, amiga o una doula. Es importante
que ésta le acompañe en silencio, sin juzgar, dándole ánimos cuando lo
necesite, e intercediendo por ella ante el profesional que le atiende.
Lo siguiente más importante es elegir el lugar que te da más confianza y seguridad para dar a luz.
En las últimas décadas lo normal es dar a
luz en el hospital, pero cada vez hay más madres que prefieren dar a luz
en casa como toda la vida, debido, como os comentaba antes, al aumento del intervencionismo y falta de privacidad. Estas madres que eligen dar a luz en
casa, deben tener embarazos de bajo riesgo, informarse bien y buscar a un
equipo de matronas y enfermeras que ofrezcan este tipo de servicios.
Si eliges dar a luz en el hospital, no todos
funcionan de la misma manera. Es importante que visites las instalaciones y te
informes del protocolo que realizan en los partos, de poder llevar tu plan de
parto, de si posee una UCI Neonatal en la que puedas estar la mayor parte del
tiempo con tu bebé haciendo piel con piel en caso de que el bebé se tenga que
quedar ingresado.
Respiración
y relajación. Cuando sentimos dolor, tendemos a ponernos tensos y cambiamos
el ritmo de nuestra respiración (reprimimos la respiración, jadeamos o
respiramos con rapidez), pero esto no hace más que empeorar el dolor.
Concentrarse en la
respiración nos hace tolerar mejor el dolor de la contracción. Para ello hay
que respirar de una forma suave y
rítmica. Respirar y relajarse entre las contracciones ayuda al útero
conseguir todo el oxígeno que necesita para seguir realizando las contracciones
de forma adecuada. Respira hondo. Todo lo hondo que puedas
y cuando hayas exhalado todo el aire lentamente, incluso con un pequeño gemido,
la contracción habrá pasado.
Libertad de
movimiento. Una de las mejores formas de manejar el dolor consiste en
moverse. Caminar, balancearnos, cambiar de posición o usar la pelota de pilates
o la hamaca. Además ayuda a la colocación del bebé en el canal del parto. Durante el expulsivo, adoptar una postura vertical o a cuatro patas mejora y acelera la salida del bebé, versus la posición supina (tumbada boca arriba). En caso de estar tumbadas la mejor postura es lateral.
La pelota de
pilates: Sentarnos sobre ella y hacer movimientos de la cadera favorece la
colocación del bebé en el canal del parto (puedes realizar estos ejercicios
durante todo el embarazo, para el bebé es como una danza, como si le mecieras),
calma la presión y el dolor que sientes en vagina y deja la espalda libre
para que te den un masaje para aliviar el dolor de riñones.
La hamaca: En
algunos hospitales encontramos una hamaca o fular de
porteo colgado del techo. Lo interesante de este sistema es que podemos sostener
todo nuestro peso mientras nos relajamos y nos balanceamos. Si tienes un fular
de porteo y quieres probar en casa, solo tienes que sujetarla a un gancho en el
techo o atarla a una viga.
Los masajes
de presión suave sobre la zona ayudan a reducir la tensión muscular y a
relajarnos. Además es una forma de recibir ayuda, apoyo y cariño de la persona
que has elegido para que te acompañe durante el parto.
Aplicar frío
o calor sobre la zona y darnos una ducha
o baño de agua caliente. Disminuyen la sensación de dolor y nos ofrecen
bienestar. El agua caliente durante la dilatación ayuda a relajarse y reduce la
ansiedad. Cada vez hay más hospitales que cuentan con duchas o bañeras para que
puedas usarlas durante la dilatación.
Tener pensamientos
positivos y recuerdos bonitos que nos alegran y hacen que las sensaciones
dolorosas que percibimos en nuestro cuerpo también disminuyan. Piensa que cada
contracción es una menos para tener en brazos a tu bebé. El momento de
abrazarle y mirarle a los ojos cada vez está más cerca.
Crea un ambiente
agradable. Baja las luces, pon música que te guste (musicoterapia), velas, aromas (aromaterapia).
Aunque no te parezca importante, para muchas mujeres lo es. Si estás en casa es
fácil, pero en algunos hospitales te permiten hacerlo y crea un clima más
acogedor y confortable.
Otras técnicas son: canto prenatal, rebozo, acupuntura, reflexología, flores de bach, hipnosis.
De las que puedes buscar más información si te resultan interesantes.
Y tú, ¿cómo esperas que sea tu parto?
me encanto la nota. me sirvio mucho...
ResponderEliminarDios quiera pueda tener un parto lo mas respetado posible.
Bendiciones a todas las mamas!!!
Me alegro que te haya gustado y espero que te sirva en el momento del parto. Seguro que todo va bien y tienes un parto estupendo.
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