Hoy quiero agradecer a Cristina que haya querido compartir con nosotros, con tanta prontitud y frescura, el testimonio del nacimiento de su tercera hija.
Os dejo con el testimonio de que los partos naturales y no intervenidos en hospitales son posibles.
"A las 9 de la mañana del día 1 de
octubre la abuela llegaba a casa para quedarse con los hermanitos de Daniela
porque papá y mamá tenían que ir a monitores a Córdoba. Todos estábamos
contentos, los niños de ver a su abuelita, nosotros porque escucharíamos a Daniela.
Después de desayunar y ducharnos todos nos hicimos una foto con Daniela en la
barriguita… ¿volvería nuestra princesa
dentro?
A las 14 horas estábamos en
monitores en el Hospital de la Cruz Roja en Córdoba. Al terminar los monitores,
mi profesional, encantadora y guapísima ginecóloga Elvira, nos dijo que mejor
nos fuésemos a comer, paseáramos unas dos horitas y luego volviéramos al
hospital. Así lo hicimos. Gambitas, croquetas de rabo de toro y pulpo, paseo
por las calles de Córdoba como nunca antes, incluso con tiempo de comprarme un
original paraguas. A las 17:30 estábamos los dos de nuevo para ver cómo seguía
la pequeña Daniela. He de reconocer que alguna que otra contracción me dio durante
el paseo, pero nada predecible. Al final de los monitores vemos cómo en la
gráfica hay alguna que otra contracción y por consejo de Elvira y Raquel (una estupenda
matrona a quien tuvimos el gusto de conocer unas horas) nos recomendaron no
volver a casa por los 125 km que nos separaban hasta el hospital (como mucho
buscar un hotel cerquita y hacer, si acaso, algún ejercicio...). A las 19 horas
nos disponemos a salir de la habitación del hospital con el alta médica, pero
en ese momento, Daniela decide que no. Cuatro contracciones de 1 minuto,
separadas por cinco minutos, sin haber salido siquiera de la habitación. Nos
hacen pedir de nuevo quedarnos y, a partir de ahí, vino lo rápido, intenso pero
precioso de este parto.
Respetaron la decisión de un
parto natural sin epidural, sin tactos, sin monitores. Sólo con mis cascos de
música, una pelota de Pilates, un buen sillón, ese gran padrazo que Dios ha
dado a mis hijos (a la vez paparazzi),
Daniela y yo (y Raquel y Elvira en todo momento pendientes de nuestro estado).
Pasamos dos horitas entre contracciones, fotos y algún que otro whatsapp
avisando de que Daniela estaba a punto de llegar.
A las 21 horas acabó el turno de
Raquel, pero se encargó de dejarle todo detallado de cómo quería mi parto a
Macarena, otro encanto de matrona que tendríamos el gusto de conocer (¿o no? Porque vino a presentarse y
nuestras caras nos sonaban de antes. Pensamos que habríamos coincidido en
monitores en este hospital).
Las contracciones eran cada vez
más intensas, largas y frecuentes; pero ahí seguimos Daniela y yo cantando a
una nuestra canción de Kesia “Respiras y yo”, cuando en dos contracciones sentí que algo estaba apretando mis
caderas. Y, aunque el movimiento de la pelvis me aliviaba, esa sensación era
diferente. Pedí a mi gran acompañante que avisase a Macarena y ahora sólo
recuerdo su cara, cómo vinieron las auxiliares de rápido para prepararme la cama
y la llamada urgente a Elvira avisándole de que Daniela ya estaba aquí. Salimos
hacia paritorio mientras miraba mi reloj que marcaba las 21:30 y, una vez allí,
agradecer de nuevo el tacto a mi, por casualidades de la vida, ginecóloga, que
al final, con mis pujos, y rompiéndome la bolsa porque estaba intacta, ayudó a
Daniela a nacer, dejándome tocar su cabecita cuando coronaba, cuidando mi
periné con delicadeza y facilitando la salida de mi placenta. A las 21:40
Daniela estaba sobre mí, piel con piel, sin separarnos para nada. Papá y yo estábamos
súper emocionados y avisando a todos los familiares y amigos de su llegada.
Nuestra princesa se ha enganchado
al pecho fenomenal y ya está deseando conocer a sus dos hermanitos que tan ilusionados
están de ver su carita. Es momento de adaptación para la familia, pero entre
todos lo conseguiremos.
Casualidades de la vida,
finalmente Macarena supo de dónde nos conocíamos: hacía unos 10 días ella misma
me puso un monitor en el Hospital de Puertollano. El destino quería que ella,
aquí o allí, me acompañase. ¡Cuántos
ángeles!
Agradecer a todos los que confiáis
en mí y a aquellos que respetáis estos partos que, aunque dolorosos, se viven
intensa y emotivamente."
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