¿Quién no ha tenido la sensación de ir todo el día corriendo y
de no estar disfrutando de las cosas que hace?
Las prisas no son buenas consejeras. ¿Cuántas veces
hemos intentado hacer algo con prisa y nos ha salido fatal? Intentamos preparar
una comida en poco tiempo y no nos queda tan buena como otras veces, se nos
olvida algún ingrediente o queda poco hecha. Cada cosa tiene su tiempo, a veces
podemos apresurar lo que hacemos, otras no.
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En ocasiones pienso que nos gusta vivir así, con prisa y
estresados. La frase más repetida en la puerta del cole es: - ¿Qué tal? - Bien, corriendo.
Pero
cuando llega la noche, nos sentamos en el sillón agotados y ¿qué nos queda a parte del cansancio? La
sensación de no haber disfrutado de las cosas que hemos hecho.
El tiempo es el mejor regalo. Nos quejamos porque nos falta
tiempo para hacer cosas y nos gustaría que los días tuvieran más horas. Creo
que a veces nuestra queja no siempre es por falta de tiempo (a veces sí), es
más porque la prisa no nos deja disfrutar de lo que hacemos. La vida pasa y yo
no quiero perdérmela.
Considero que muchos de los enfados de nuestros hijos son
causados por nuestra prisa, nuestro cansancio y nuestra pretensión de que hagan
lo que nosotros queremos. Y nos podríamos ahorrar muchas pataletas (las
rabietas dan para hablar en otro post). Nuestro mundo de adultos, hiperexigente
y atareado, no tiene nada que ver con el mundo de los niños, y nos cuesta
entenderlo. Queremos que los niños lleven nuestro ritmo de vida, que ellos se
adapten a nosotros. Y nosotros también debemos adaptarnos a ellos. Debemos
comprenderles más, ponernos en su lugar de niños, respetar su desarrollo y no
pretender que se hagan mayores antes de tiempo. La infancia dura muy poco, no
la acortemos. Hay que educarles en la puntualidad y en la responsabilidad, pero
ya tendrán tiempo de ser adultos. Ahora les toca disfrutar de las cosas, sorprenderse, descubrir,
ensimismarse con lo que hacen (a nosotros también, no se nos olvide).
¿Por qué cuando nos hacemos mayores se nos
olvidan estas cosas tan importantes? ¿Somos
conscientes de lo que nos estamos perdiendo y de lo que les estamos haciendo
perder?
Yo no quiero perderme la sorpresa de la cara de mis hijos cuando
ven un insecto, su sonrisa cuando te ven al despertar, sus besos, sus abrazos,
etc. pero tampoco quiero perderme sus enfados y sus rabietas. Quiero disfrutar
de ellos como son ahora, quiero entenderles y quiero conmoverme de las pequeñas
cosas con ellos.
Si para nosotros, que entendemos que hay que cumplir unos
horarios y cumplir unas obligaciones, nos cuesta ir corriendo, ¡imaginaos a
nuestros hijos que no lo entienden! Ellos simplemente nos siguen el ritmo porque
se fían de nosotros que somos los que más les queremos en el mundo. Quizás es mejor organizarnos y prepararse 10 minutos antes, que ponernos a gritar y
a meter prisa porque no llegamos.
Siento que la frase “es más importante dedicarles tiempo de
calidad”, es una verdad a medias. Quizás justificándonos, porque realmente no
tenemos más tiempo para estar con ellos y, es preferible, que el poco tiempo
que estamos con ellos sea de calidad y no de gestión familiar: “Corre que a las 6 tenemos fútbol, y cuando
lleguemos rápido a bañarte que tienes que hacer los deberes. Vamos a cenar que se hace tarde y a las 9:30 tienes que estar durmiendo”.
Pero también es importante dedicarles cantidad de tiempo. ¿Cuándo
has estado con ellos sin hacer nada? ¿Preguntándoles cómo están y cómo se
sienten y no diciéndoles lo que tienen que hacer o lo que toca ahora?
La otra noche mi hijo pequeño no podía dormirse y tuve que
quedarme en la cama con él para que se durmiera. A priori a mí me hubiera
encantado que se durmiera pronto y tener mi momento de descanso, poder estar
con mi marido tranquilamente en el sillón, ver una película o leer. Pero, intentaba
levantarme de la cama y se despertaba diciendo “mami, no te vayas”. Al principio, como no era lo que a mí me
apetecía en ese momento, me dio rabia. Pero me di cuenta que ante los
imprevistos tenemos dos opciones. Quedarnos con nuestro enfado porque las cosas
no salen como queremos. O intentar disfrutarlas. ¡¿Y qué hay más “disfrutoso” que dormirte al lado de tu pequeño,
oliendo a bebé, acariciando su pelo y contemplando lo bello que es?!
También es otra forma de descansar, y no es mejor ni peor de lo que yo había
pensado; ¿o a lo mejor sí?
Os animo a intentar disfrutar de cada cosa que hagáis. Aunque
sigamos estando atareados y tengamos momentos de agobio y prisa, intentad dejar
a un lado aquello que nos quita tiempo para cosas importantes, como dejar el móvil durante las comidas, mirar a nuestros hijos a la cara cuando les
hablamos, tumbarnos con ellos sin hacer nada, disfrutar jugando con ellos y
simplemente disfrutar del momento. ¡Y veamos qué sucede!
¿Quieres intentarlo?
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