Entre
niños pequeños es frecuente que se generen disputas por las cosas con las que
están jugando. Basta que uno coja algo para que otro lo quiera. Esto a los
padres nos genera gran tensión y nos hace mediar entre los niños. Queremos evitar
los conflictos entre ellos, queremos ser los jueces que pongan orden. Pero a la
vez nos sentimos observados y juzgados por los otros adultos que observan nuestra
intervención. Y, a veces, pensamos, ¿lo estaré haciendo bien?
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Imagina
que estás tranquilamente en la sala de espera del médico leyendo un
libro. Al rato de estar allí alguien se sienta a tu lado y te quita el libro
sin más. A esa persona le ha parecido muy interesante y no puede resistir
leerlo en ese mismo momento en el que está tan aburrido esperando. ¿Cómo te quedarías? ¿Te gustaría? Seguramente hubiera sido más amable entablar una educada conversación preguntándote
qué tal está el libro que estás leyendo.
Cuando
algo similar le pasa a tu hijo con sus juguetes en el parque, ¿Qué
haces? ¿Cómo lo “solucionas”? ¿Eres de los que rápidamente dice “hijo, tienes que compartir, déjaselo al
niño” y casi se lo quitas de las manos?. O le dices, “cuando hayas jugado un ratito se lo prestas”. Incluso sería mejor
intentar que jugaran juntos si el juego lo favorece, o decirle al otro niño “espera un poquito, acaba de cogerlo él,
cuando acabe te lo presta”.
Cuando
un niño no quiere prestar algo, hay que respetarlo y entenderlo. Pedir a un
niño menor de tres-cuatro años que comparta, es ir en contra de su maduración. No están aún preparados para entender que si dejan algo a otra
persona se lo van a devolver. Ellos creen que si les quitan algo va a ser para
siempre.
Solemos obligarles a compartir porque creemos que es lo que se espera de ellos y, sobretodo, de
nosotros. Muchas veces les obligamos a compartir sus cosas más preciadas con
niños que ni siquiera conocen, cuando nosotros no compartimos nuestra cartera, nuestra pareja, ni las cosas que para nosotros son más valiosas. Ellos compartirán
cuando entiendan que se lo van a devolver.
A
ser generosos se aprende. Los niños aprenderán a compartir viendo a sus padres
y a la gente que tienen a su alrededor hacerlo. Como con casi todo en la vida,
se aprende con el ejemplo y no con el discurso.
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Si tu hijo ya tiene más de 4 años y no comparte nada, es posible que las personas de su alrededor se aferren a sus cosas. Intentad que os vea compartir y ser generosos con las personas que tenéis a vuestro alrededor. Habladle de las ventajas que tiene: podrá jugar con más niños que compartirán sus cosas con él, pudiendo disfrutar de más juguetes que a él le gustan y estará más contento.
Pero
sobre todo, respetadle siempre y valorad cualquier gesto por pequeño que os
parezca. Cualquier gesto debe ser reconocido y agradecido.
Entre
hermanos, no es necesario comprar varias cosas iguales para que cada uno tenga
lo mismo y no peleen. Tened juegos con los que puedan y tengan que jugar juntos.
Esto les enseñará a jugar con otros, a esperar turno, a hacer pactos. Y por
supuesto, podrán disfrutar de más cosas al poder usar las de sus hermanos.
No
es necesario que quieran compartirlo todo. Pueden tener algunas cosas de uso
exclusivamente personal, además siempre tendrán preferencia por alguna cosa
diferente.
Y
por último, hay que enseñarles también la importancia de respetar lo ajeno,
para que respeten lo mío, como base del compartir. Y también hay que aceptar
que no todo el mundo es igual de generoso y deben experimentar las
consecuencias.
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La
primera y más adecuada sería decirle:
- ¿Esta pelota es tuya?
- No
- Pues si quieres
jugar con ella, deberías pedir permiso a su dueño. Si quieres te ayudo a
buscarlo.
Así
aprenden que cuando las cosas no son suyas hay que pedirlas, y si no se las
quieren prestar, deben aceptarlo y/o entenderlo.
La
otra opción si no encuentras al dueño es decirles: “Cógelo, si viene su dueño le preguntas si puedes jugar con ello, y si
no te deja, tienes que devolvérselo”.
Usemos
el sentido común. No esperemos que nuestros hijos compartan de forma espontánea
desde que nacen, porque lo más probable es que no sea así. Genera un
entorno donde se comparta y se sea generoso. Enséñale el respeto hacia las cosas
de los demás y, sobretodo, no le obligues ni critiques porque no quiera compartir.
Si les obligas, puedes crear el efecto contrario.
Este
es el camino para que tus hijos aprendan a compartir de verdad y no porque tú
se lo dices.
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