lunes, 9 de octubre de 2017

¿Cómo afrontar la RABIETA de mi hijo?

Hoy voy a hablaros de las rabietas, otro tema que, junto con el de los límites, que tratamos antes del verano, nos preocupa mucho a los padres.

¿Quién no ha visto a un niño pequeño montar el espectáculo en la calle o en el supermercado, gritando, tirado por el suelo o hasta pegando a sus padres porque no conseguía lo que quería? 

Seguro que no sólo lo has visto, sino que lo has sufrido más de una vez. Sin ir más lejos mi hijo pequeño ha tenido una (o varias) este fin de semana.

Las rabietas son una etapa normal y necesaria en el desarrollo de los niños; pero no todos las tienen con la misma intensidad, ni les duran lo mismo, ni les ocurren con la misma frecuencia.

Caminaré
He de decir que mis hijos no han tenido nunca muchas rabietas, aunque a veces han llegado a canalizar su frustración rompiendo cosas….

Pensando en la rabieta que hemos sufrido este fin de semana, me he dado cuenta de lo difícil que es, a veces, llegar a comprender el comportamiento de nuestros pequeños. 
¿Cómo es posible que sólo porque él quería echarse la bebida en su vaso se ponga de esa manera?
La situación fue así. Le echamos la bebida suficiente para que pudiera beber sin que se le cayera, pues un niño pequeño sentado en una silla normal suele quedar bastante bajo respecto a la mesa en la que come y si el vaso del que tiene que beber es de tubo la cosa se complica. Tiene que ser capaz de llegar a cogerlo y sacarlo fuera de la mesa para poder beber cómodamente. Aun así, habiéndoselo explicado, él quiso seguir rellenando el vaso de tubo y se le derramó. Le regañamos porque ya le habíamos advertido varias veces y no hacía caso. Por una parte está fenomenal su autonomía y capacidad para poder echarse él solo la bebida. Pero por otra, no era el momento adecuado (porque no estábamos en casa) para practicar estas habilidades. Se enfadó, se levantó y se fue a llorar tirado en el suelo. Sé que en otros momentos no le sienta tan mal, sus enfados son menos dramáticos, comprende las indicaciones y las lleva a cabo. Esta vez se juntaba con que llevaba varios días no sintiéndose muy bien, comiendo poco y con cansancio, lo cual pudo ser el detonante de su rabieta. Lo que os quiero decir con esto es que hay muchos factores a tener en cuenta de los que muchas veces no somos conscientes. Nosotros también somos más propensos a enfadarnos y a tener menos paciencia cuando estamos cansados, nos sentimos mal o hemos tenido un mal día en el trabajo.
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Freepick
Una rabieta es el deseo de un niño enfrentado al deseo de sus padres o de un adulto. Como el niño tiene unas ideas y unas razones muy importantes para él y como no entiende qué pasa, se ofusca y estalla emocionalmente.

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Pixabay
Las rabietas comienzan hacia los 18 meses cuando adquieren mayor autonomía, empiezan a descubrir que son seres independientes. Es la “época del NO”. Digas lo que digas a todo van a decir NO. Solamente está aprendiendo que puede tener sus propias ideas y deseos diferentes de los nuestros. Hasta 2-3 años no son capaces de expresar con palabras lo que les pasa y cómo se sienten y no tienen más herramientas para defenderse que el llanto y la agresividad. (Si quieres más información puedes leer mi post sobre ¿Cómo  pongo límites a mi hijo? Y lo que podemos esperar de los niños en cada etapa evolutiva).


Cómo ayudar a tu hijo a gestionar sus rabietas


Cuando nuestro hijo tiene una rabieta, ¿qué debemos hacer?

Seguro que lo has intentado todo: no hacerle caso, no ceder, consolarlo, hacerle comprender y razonar con él los días que has tenido más tiempo y más paciencia, los días que estás cansada le habrás dado un grito porque no puedes más, otros habrás tirado del carro porque tiene que dar tiempo a llegar a hacer la siguiente cosa del día… Pero seguro que la mayoría de las veces te desborda tanto la situación que tú también estallas.

Pero estoy segura de que eres consciente y sabes que hay cosas que funcionan mejor que otras y que influye cómo tú manejas la situación.

Cuando nuestros hijos tienen una rabieta es porque tienen dificultades para dominar sus emociones y no son capaces de controlar su frustración. Esta es la labor en la que tenemos que ayudarles.

Cuando les ignoramos, les mandamos a su cuarto o les castigamos sin más no les estamos ayudando a aprender a resolver esa situación en la que se encuentra. Y si nosotros ante estas situaciones perdemos siempre la calma y nos ponemos a gritarles tampoco les ayudamos, nos estamos poniendo en la misma actitud que ellos. 


¿Cómo les vamos a ayudar a controlarse si nosotros no somos capaces?

No debemos precipitarnos a resolver su enfado dándoles lo que quieren porque no les estamos ofreciendo las herramientas que necesitan para tolerar la frustración y la decepción. 

El aprendizaje que un niño hace de las rabietas, si está bien acompañado, es empezar a darse cuenta de lo que siente, ponerle nombre, aprender estrategias para gestionar sus sentimientos de enfado y frustración y ver qué estrategias funcionan bien para él. 

En el post sobre “Cómo gestionar los sentimientos negativos” os daba algunas herramientas para gestionar nuestro enfado y el de los pequeños. Aquí os vuelvo a compartir una tabla con ideas de qué es mejor hacer y que no hacer en estas ocasiones.

RABIETAS
SI
NO
Reconoce sus sentimientos.
Hazle saber que entiendes su frustración y enfado utilizando la empatía. Le ayuda a sentirse comprendido y a comprenderse a sí mismo.
NO te tomes la rabieta como algo personal.
Su enfado no es contra ti (aunque te diga que es por tu culpa),
ni su enfado es tuyo (no intentes solucionarlo tú).
Explícale el porqué de tu negativa.
El problema no suele estar en que el niñ@ no entienda la situación, sino en su dificultad para dominar sus emociones.
Sin embargo, a veces funciona volver a explicarle los motivos, siendo la manera más rápida y tranquila de solucionar el enfado.
NO pierdas el control ni te enfades con tu hijo.
Enfadarte sólo va a asustar o violentar más al niño haciendo que su frustración aumente y la rabieta empeore. Transmite tu calma al niño. Saber que el problema lo tiene el niño y no nosotros suele ayudar a los padres a tomarse las cosas con más calma.
Ofrécele otras opciones.
Le hará salir de su obstinación y cabezonería.
NO atosigues al niño y le pidas que se calme una y otra vez.
Si sigue muy enfurruñado posiblemente necesite más tiempo.
Quédate cerca de él. No le ignores.
Debemos estar presentes, cerca suyo para que sepa que estamos a su lado y que nos importa cómo se siente. Normalmente rechazan el contacto físico, pero quédate lo más cerca de él que te permita.
Si te deja, acaríciale o tómale en brazos cuando esté algo más calmado.
A veces los niños enrabietados piden que sus padres les tomen en brazos y sus padres les niegan el abrazo pensando que no se lo merecen. Sin embargo, el abrazo es una petición de socorro para intentar unir los cables que la rabieta ha cortocircuitado, y dar un abrazo, si el niño lo pide o se deja es tremendamente útil.

NO agarres o sujetes al niño.

Los gritos y las pataletas son la manera natural que tiene el cerebro del niño de descargar la tensión emocional y calmarse. Si intentas sujetarle estarás impidiendo el mecanismo natural de descarga y sólo conseguirás que el niño se frustre y enfurezca más.

Déjale espacio y tiempo para que se calme y exprese libremente.
NO le hagas pasar vergüenza, no le menosprecies, ridiculices ni le compares.

Pon los límites que sean necesarios a la situación.

Hay cosas que nunca debemos consentirles en ninguna situación como pegar, tirar objetos o romperlos. En estas circunstancias debemos contenerlos.
NO le castigues.
A veces la mejor manera de solucionar las cosas no son los castigos. Lo único que nuestro hijo está haciendo mal es expresar cómo se siente y no se va a sentir mejor si se siente incomprendido y castigado. Si realmente al manifestar su frustración ha roto algo o pegado a alguien, cosa que no se puede consentir, la mejor opción es que limpie, recoja o arregle lo roto o que ayude a uno de sus hermanos o juegue con él.
Cuando esté tranquilo, enséñale formas en que se puede calmar cuando se enfada:
Respirar hondo, imaginarse en un lugar que le guste y para el niño represente tranquilidad. 
Proponle dibujar o, si es más mayor, escribir cómo se siente, porque plasmarlo en papel ayuda a ordenar y aclarar los pensamientos y a ir más al fondo de la frustración. Así si no quiere hablar contigo o le cuesta, puede escribirlo cuando quiera y después leerlo tú.


Además debemos reconsiderar nuestras razones para decir no. Muchas veces decimos NO a cosas que no tienen un motivo real para prohibirlas. Les ponemos miles de normas y constantemente les estamos diciendo que NO a todo. Esto es agotador para nosotros y para ellos. Si, en alguna ocasión, su petición es legítima, podemos ceder (pues la persistencia, en ocasiones, es buena y adecuada). ¿Por qué no comer un trozo de pan a la salida del cole? ¿Por qué no pararnos a contemplar la mariposa que se acaba de posar sobre un banco?

Pero si decidimos mantenernos firmes y se produce una rabieta deberemos acompañarles de la mejor manera posible, con todo el amor del mundo sin intentar imponerles nuestros criterios “porque sí”.


¿Preparados para la próxima rabieta?




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2 comentarios:

  1. ¡hola! yo intento "dejarle aire", que saque el enfado lo antes posible, le digo que cuente hasta tres (no lo hace, pero a veces lo intenta), me funciona bien distraerle con algo que no tenga que ver... y kilos de paciencia.. es verdad que si te pones nervioso, es peor.. ¡ah! y pasar de comentarios y miradas de espectadores, que a veces la gente es de lo menos comprensiva.. ¡besos!

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  2. Gracias Miren. Mucha paciencia y dejarles espacio es muy importante. Y por supuesto no hay nada peor que los comentarios ajenos. A ellos no hacerles caso o responderles educadamente pero siempre en apoyo de nuestro hijo restando importancia a la situación. Justo el otro día en la puerta del cole una pequeña en plena crisis y 4 adultos opinando, juzgando y comparando. ¿Cómo nos sentiríamos nosotros en una situación así? Seguro que bastante mal y no haría que se pasase antes nuestro malestar.

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