Tengo la suerte de que nunca les ha pasado nada
realmente grave a mis hijos. Un par de brechas con puntos y dos pequeñas operaciones es lo más grave por lo que hemos tenido que pasar.
Tengo bastantes amigos que son médicos y enfermeras de
distintas especialidades (empezando por mi hermana) y que son grandes personas
y profesionales. Aprendes de ellos que los pacientes no somos una amigdalitis,
una rodilla o un problema de riñón. Detrás de esa dolencia hay una persona con
sentimientos, y hay que tratarla por lo que es, por su necesidad interior más
allá de quitarle el dolor físico. A todos nos gusta que nos traten con respeto
y delicadeza, especialmente cuando no nos sentimos bien.
Los niños también saben esto. También saben cuándo son
bien tratados. Y si ver a un señor/a con bata, gorro y mascarilla impacta un
poco, si esa persona enmascarada te trata bruscamente o te separa de tus padres no te genera ninguna confianza. No creéis que los niños se preguntarán: ¿Si
vengo al médico para que me cure y me ayude por qué me hace daño y me trata mal?
Parece que los adultos ya estamos acostumbrados (por
no decir anestesiados) ante este tipo de comportamientos, pero ¿cómo os
sentiríais vosotros si dos hombres desconocidos bastante más grandes que
vosotros os inmovilizaran para que una tercera persona os pinchara u os cosiera
unos puntos sin anestesia? Yo seguro que gritaría y, si pudiera, saldría huyendo.
Sin embargo, a los niños les obligamos a aguantar y les alentamos diciendo
“tranquilo no pasa nada”. ¿De verdad os lo creéis cuando lo decís? Yo no. Y a
mis hijos les han cosido así los puntos de las brechas. Demasiado brusco y
violento, la verdad.
Si encima tenemos que ingresarles para
realizarles alguna prueba, tratamiento o cirugía el sufrimiento es mucho mayor
para los niños y para los padres porque en ocasiones tenemos que separarnos de
ellos, con la excusa de que es lo mejor. ¿Lo mejor para quién?
¿Pensamos alguna vez qué sienten y piensan los niños?
¿Les
hemos preguntado alguna vez?
Hace una semana han operado a mi segundo hijo del frenillo lingual, una pequeña cirugía por la que no ha tenido
que quedarse ingresado. Es una intervención muy sencilla y rápida,
pero en la que es necesaria anestesia general. Lo cual implica realizar un
preoperatorio y sufrir las consecuencias de la anestesia.
Yo quería estar a su lado todo el tiempo que fuera
posible, porque si
tenemos miedo los adultos cuando nos enfrentamos a una operación, ¿cómo no van
a tener miedo los niños? En una situación así lo que todos necesitamos es tener
cerca a alguien que nos quiera y nos dé seguridad, no vale que intente
tranquilizarnos cualquiera.
Afortunadamente hemos podido estar con él hasta que ha
entrado en quirófano, y mi hermana, que es enfermera, ha estado con él en el
quirófano hasta que se durmió (una ventaja que no tienen la mayoría de las
familias). Aunque, a mi parecer, a los niños se les debería poder anestesiar
acompañados de uno de sus padres. Así se dormirían y se despertarían al lado de
alguien conocido y sería lo menos traumático para ellos.
Una vez realizada la intervención,
nos han informado los cirujanos y han dejado entrar a uno en reanimación. Mi
hijo ya estaba despierto, dolorido y un poco asustado, pero que yo pudiera
estar con él le tranquilizaba. Había una zona con cuentos y juguetes. Leímos
varios cuentos y le di un pequeño regalo que teníamos para él por ser tan
valiente hasta que nos llevaron a la zona del hospital de día, donde continúa
la reanimación hasta que te puedes ir a casa.
Me alegró ver que dejaban pasar a
una persona para acompañar a los niños, porque cuando despiertan llenos
de dolor lo que quieren es poder tener cerca a mamá o papá para que les dé
consuelo.
En los momentos más importantes para
nuestros hijos, los padres tenemos el derecho y el deber de estar a su lado. Y el
personal sanitario de dejarnos. Tenemos que estar de forma discreta, sin
molestar y dejando a los médicos y enfermeras trabajar. Cada
uno sabemos cómo somos, y si somos aprensivos y no podemos ver cómo intervienen
a nuestros hijos (aunque sea una simple analítica o vacuna), debemos mandar a otra persona de la familia que sí pueda
acompañarle en ese momento. Es cierto, que hay momentos críticos y casos aislados en los que no es posible nuestra presencia, pero la realidad es que la mayoría de las veces no hay una razón suficiente para que un niño
tenga que ser separado de sus padres.
Os cuento esto para que sepáis que es posible estar al
lado de vuestros hijos cuando les tengan que hacer
pruebas médicas u operar, porque según los derechos del niño
hospitalizado (redactados en la Carta Europea de los derechos del niño hospitalizado),
el niño tiene el derecho a:
- Estar acompañado de sus padres o de la persona que los sustituya el mayor tiempo posible durante su permanencia en el hospital, sin obstaculizar la aplicación de los tratamientos necesarios para el niño.
- Ser tratado con tacto, educación y comprensión y a que se respete su intimidad.
Aunque
todavía quedan muchos hospitales donde las UCIS tienen horarios de visitas
restringidos y los padres no siempre son bienvenidos, las cosas están
cambiando. Se ha aprendido a escuchar a los padres y con educación y respeto
podemos pedir y conseguir quedarnos cerca de nuestros hijos, porque separarnos nunca
es lo mejor, para nadie.
Los médicos tienen un papel
fundamental y hay que dejarles hacer su trabajo, pero nadie como los padres, (ni
el médico, ni el enfermero mejor del mundo), puede aportar a los niños el
cariño, la seguridad y la tranquilidad que necesitan en esos momentos.
¿Cuál es vuestra experiencia?
¿Os han
dejado estar con vuestros hijos cuando les han realizado alguna prueba médica?
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