Hoy escribo para deciros que el blog estará "Cerrado por Vacaciones".
Como imaginaréis, con los niños en casa cuesta tener un rato tranquilo para dedicarlo a escribir. Si en algún momento tengo algún rato, prometo escribir, ideas no me faltan.
Pero creo importante estar con ellos, relajarme y disfrutar. Así que nos pasamos el día jugando y fresquitos en la piscina, y yo sin pretensión de hacer las mil cosas que dejo por hacer. Porque no quiero que estar con ellos 24 horas sea una carga, como oyes a la puerta del colegio las semanas antes de que den las vacaciones y como se pone de manifiesto en las despedidas el último día de cole. Cuando oyes frases como "bendito colegio" o "qué bien están en el cole, ya podían estar todo el año" o mamás que te dicen que el año pasado se cogieron vacaciones para poder estar con ellos y lo pasaron fatal, cansadas, aburridas de no saber qué hacer y de los nervios, que este año les apuntan a un campamento para que no molesten. Y yo lo entiendo, no digo que no, pero oir cosas así me parece dramático. ¿Nadie nos dijo que tener hijos era duro? Sí, lo es y mucho, pero es cuestión de actitud y de AMOR.
Es cierto que estar con los niños todo el día es cansado, muy cansado, física y psicológicamente, sobre todo si quieres educarles bien, tener paciencia, ser amorosa y dejar de gritar (época muy propicia para que te saquen de quicio y grites más, pero tengo que decir que estamos mejor que nunca).
¿Cuántas madres y padres querrían poder estar todo el verano de vacaciones con sus hijos descansando y disfrutando y tienen un auténtico quebradero de cabeza para cuadrar horarios, vacaciones, abuelos y campamentos?
No dejes de descubrir nuevos parques, nuevos rincones de tu ciudad, de ir a la piscina, al río, a la playa, de dar paseos por la montaña y sobre todo de DISFRUTAR CON TUS HIJOS. Hay muchas cosas sencillas que se pueden hacer y que harán que os sintáis de vacaciones.
lunes, 27 de junio de 2016
viernes, 17 de junio de 2016
No me grites, que no te escucho
Como os contaba en el post anterior, gritar no funciona, sólo hace que las cosas se salgan de control.
Cuando grito a mis hijos y obedecen, no lo hacen porque hayan aprendido,
sólo consigo que acaten órdenes. Incluso gritando, muchas veces tampoco consigo
que hagan caso, porque se acostumbran a que les grites y te escuchan aún menos.
¿Pensáis que los gritos son el reflejo de nuestro fracaso como padres
y educadores? Yo creo que en cierta manera sí, pues muestran que estamos desbordados
y no sabemos cómo actuar.
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Pero el problema
no son sólo los gritos. A veces sin gritar decimos cosas que no deberíamos
decir, sin darnos cuenta del daño que les hacemos (a cualquier edad, pero sobre
todo cuando son pequeños). Somos violentos verbalmente, les insultamos, les amenazamos,
les menospreciamos o les ignoramos. Esto, aunque suena duro decirlo, es
maltrato psicológico, y lo hacemos más de lo que creemos. Pegar está mal visto,
pero decir a tu hijo “eres tonto”, “eres un vago”, “no haces nada bien”, etc. deja huella en su personalidad. Podéis
leer este artículo: Los gritos también dejan huella en la personalidad de los niños.
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No voy a decir que no
gritar es fácil, pero creo que se puede. Seguramente en este “camino sin gritos” alguno se escape de
vez en cuando, a veces puede ser irremediable y justificado, pero lo que no
puede es convertirse en algo habitual.
Hay que conseguir ser creativo y buscar alternativas y
estrategias.
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Todos conocemos a algún padre o madre
que nos gusta cómo se relaciona y trata a sus hijos, que muestra gran paciencia
y que nos hace pensar "me gustaría
ser como él". Preguntémosle cómo hace o pasemos más tiempo con ellos
para aprender.
Y yo, ¿qué puedo hacer?
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1. Elige 2. Arriesga 3. Cambia Pixabay |
Lo primero que debemos hacer es ser
conscientes de que queremos cambiar. Por eso debemos comunicárselo al resto de la familia, incluidos
los niños. Así podrán ayudarnos a calmarnos en los
momentos en que comiencen nuestros enfados.
A mis hijos les he pedido que cada vez que
mamá comience a enfadarse mucho vengan a abrazarme. Así me doy cuenta de lo
mucho que nos queremos y de que no quiero ser un mal ejemplo para ellos. Cuando
las cosas que tienen que hacer son rutinarias,
les digo que (como saben lo que tienen que hacer, no son sordos y entienden lo que mamá les dice) mamá
sólo va a repetir las cosas una vez. No es necesario repetirlas ni llegar a los
gritos. Así, cuando les he pedido algo y todavía
no lo han hecho, empiezo a contar hasta
tres en voz alta, dándoles tiempo para que se pongan a hacerlo.
Pero si aun así me
dan ganas de gritar cuando mis hijos no escuchan o no obedecen, paro un
segundo, respiro profundo, y pienso que sólo tiene 2 años (o los que sean), que
solo es un niño y que seguramente no lo hace aposta. A veces se puede necesitar
ir a otra habitación un momento a recuperar la calma. Podemos pensar que “por lo menos” ha sido eso y no otra
cosa, que podía haber sido peor, como cuando tira toda la bolsa de cereales por
el suelo porque quería echárselos solito. “Por
lo menos” sólo ha sido eso, quería ayudar y ser mayor. Es
mejor ayudarles a barrer los montones de cereales que cubrían el suelo en vez
de lanzarles un grito exasperante.
Otra cosa importante es ponerse a su altura para hablarles. Siempre es mejor cuando la
gente que nos habla nos mira a los ojos y no desde arriba: arrodillémonos para
hablarles a su altura, mirémosles a los ojos, y no les digamos las cosas a
gritos desde otra habitación.
Una cosa que se me ocurre, pero que no he
puesto en práctica, es usar un silbato
cada vez que no podamos más y queramos gritar (tipo Sonrisas y lágrimas).
Aunque puede resultar algo atronador y militar.
Para saber cómo
vamos consiguiendo nuestro propósito podemos llevar un cuaderno donde vamos anotando si gritamos y qué nos hace
gritar para empezar a identificar los motivos. Para mí es más sencillo hacer un calendario en el que voy poniendo puntos de colores
como un semáforo que me indica los días que no grito (verde), los días en los
que hay algún grito, pero controlado y consciente (amarillo) y los que exploto
sin mesura (rojo). Si lo ponemos en un lugar visible iremos viendo nuestros
progresos.
Y es fundamental intentar descansar, dormir bien, hacer ejercicio, cuidar la relación con mi
marido y con los amigos y relativizar, es decir, no todo tiene que estar
perfecto.
Cuidar de mí no sólo me ayuda
a no gritar, sino también me hace disfrutar más de la relación con mis hijos (y con mi marido), ser más amorosa y estar más feliz.
Y siempre, pedirles perdón. Pedir perdón no nos quita
autoridad, muestra que mamá y papá también se equivocan, que estamos
aprendiendo, que realmente nos importan y que queremos quererles bien. Además
damos ejemplo y les enseñamos a pedir perdón y a perdonar.
Aunque a veces grite más de lo que debo o quiero, ser consciente de ello
y comunicárselo a mis hijos hace que ellos me muestren su amor y
su comprensión.
Quiero que mis hijos sigan pensando que soy la mejor madre del
mundo y que les quiero y estoy con ellos siempre, hasta cuando se equivocan.
¿Te animas a dejar de gritar? Nunca es tarde para intentarlo. La convivencia será mejor y ellos te lo agradecerán.
miércoles, 15 de junio de 2016
¡NO MÁS GRITOS!
Hoy
quería contaros sobre mi nuevo propósito.
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Últimamente
siento que me he convertido en una gritona. Yo nunca había sido así,
consideraba que tenía bastante paciencia, pero cada día me cuesta más
encontrarla y la poca que tengo la pierdo con facilidad. Nadie ha dicho que
tener 3 niños pequeños sea fácil, pero a veces me siento lejos de ser la madre
amorosa y comprensiva que quiero ser para ellos. Creo que el hogar debe ser un
lugar de paz, en el que dé gusto estar, y no el sitio al que no quieres llegar
porque no se hace más que regañar y gritar.
He de
decir que no es que haya llegado a un punto preocupante, pero no quiero que se
convirtiera en la dinámica diaria de la relación con mis hijos. No quiero
educarles ni tratarles así. A mí no me gusta que otras personas me griten ni
sean irrespetuosas conmigo, por eso yo no trato así a los demás.
¿Por qué entonces dentro de casa y con los niños a veces exploto?
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Es cierto que, como dice el dicho, donde hay confianza da asco,
porque puedes ser tú mismo y sacar lo mejor y lo peor de ti. Pero eso no
justifica ciertos comportamientos. Mis hijos son mi público más importante. Son
esponjas que aprenden, sobre todo, lo que ven y como les tratamos.
¿Qué hacen mis hijos para que yo pierda tanto la paciencia?
¿Por qué me pasa algunas veces y otras no?
No
hacen nada que no hagan habitualmente, realmente no son cosas graves que
supongan una crisis familiar: derramar el vaso de leche en el desayuno, romper
algo, dejar todo desordenado, ser “cabezotas”,
no escuchar lo que les pides que hagas y, por supuesto, no hacerlo nunca a la
primera…
Mi
problema es la pretensión de querer que sean como yo quiero y que hagan lo que
yo quiero de la manera que yo lo haría.
Al igual que yo, mis hijos tienen días buenos y días
malos. Son
niños que todavía están aprendiendo, están creciendo. Las cosas que hacen son
cosas de niños, descuidos, percances, la mayoría de las veces no intencionados.
Cometen fallos igual que yo. Y si yo, que soy adulta, no siempre sé controlar mi
carácter, mi genio y mis gritos, ¿cómo lo van a hacer ellos que todavía están
aprendiendo? Mis hijos son personas independientes a mí, que tienen su forma de
ser y su carácter. Quizás no pueda controlar todas sus acciones ni reacciones,
pero sí puedo controlar las mías. Lo
bonito es poder ayudarnos mutuamente y aprender juntos.
Identifico
claramente mis épocas comprensivas y pacientes de las que me sale el grito
fácil y descontrolado.
¿Cuáles son las épocas o momentos en los que estoy más
irascible?
Son
épocas en las que el cansancio, dormir mal, las obligaciones, los problemas
cotidianos, pensar todas las cosas que me quedan por hacer, el estrés, la
búsqueda de perfección, querer trabajar estando ellos en casa, las
distracciones como el móvil, esa época de mes, etc. hacen que la paciencia
escasee, quieras que molesten poco, hagan las cosas rápido y bien (vamos, como tú quieres) y que se vayan pronto
a dormir.
Me
doy cuenta que, la mayoría de las veces, yo soy el problema, no mis hijos,
porque entiendo que son niños y, en general, soy paciente y comprensiva. Pero
cuando te toca un hijo “persistente”,
quieren ser “mayores” y “hacer las cosas solitos” (¿no tenemos que favorecer su autonomía?), no hacen más que pelearse o chincharse o llevas 5 veces pidiéndole la
misma cosa (no
gritando desde la cocina, despacito, por las buenas porque es lo que toca hacer en ese momento)
y sigue sin hacer caso, algo dentro de mi (y supongo
que dentro de todos vosotros) no puede más y pega el grito de ¡¡¡TODAVÍA no te has vestido!!! o ¡¡¡qué te vistas YA!!! o ¡¡¡BASTA!!!
Gritar no está bien. Al
gritar se impide la comunicación y te distancias. Cuando controlas tus
reacciones te sientes capaz de reaccionar ante los descuidos de tus
hijos de una manera mucho más calmada, comprensiva y razonable. Tenemos que entender que a pesar
de ser pequeños merecen respeto igual que los adultos. Tratarles mal puede hacer que se sientan inferiores ahora y en el
futuro.
En el próximo post os cuento los efectos negativos que tiene para los niños gritarles y cómo voy a intentar dejar de gritar.
domingo, 12 de junio de 2016
Proyecto Miriam
El jueves 2 de junio una
amiga me invitó a acompañarle a un encuentro mensual del Proyecto Miriam que
realizan en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción de Parla.
El Proyecto Miriam,
promovido por el COF (Centro de Orientación a la Familia) de Parla, se basa en
el acompañamiento de madres en riesgo de aborto y abandono. Ayuda a madres
adolescentes, solas, sin recursos o con problemas familiares (maltratos,
abandonos, etc.).
Lo que nos encontramos al
llegar allí fueron más de 20 mujeres embarazadas o con sus bebés de diferentes nacionalidades, culturas y religiones (españolas, brasileñas, marroquíes,
africanas). Realmente un lugar de acogida, encuentro y acompañamiento de la
persona sin hacer distinción.
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© CAMINARÉ |
Ellas deciden seguir adelante con su maternidad por voluntad propia, pero están solas y desasistidas. Necesitan cariño, esperanza y mucha ayuda.
Estos encuentros se
realizan el primer jueves de cada mes. En ellos les proporcionan pañales, ropa
de bebé y sobre todo compañía.
Hace año y medio Laura acudió
al Proyecto Violeta* por un problema de violencia de género que tuvo con su ex pareja.
Cuando se quedó embarazada de su hijo, una compañera del Proyecto Violeta le
dijo que fuera con ella al Proyecto Miriam para preguntar si le podían ayudar
en su embarazo y cuando naciera su bebé.
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© CAMINARÉ |
Laura me cuenta que lleva
poco tiempo acudiendo al Proyecto Miriam. Me dijo “de lo poco que conozco puedo decir que son bellísimas personas, porque
es una gran ayuda poder hablar y desahogarte con alguien. Intentan hacer cosas
que nos vengan bien, como, por ejemplo, traer a alguien que nos ayude a dar el
pecho (también les recomiendan acudir a Parlacta**), a portear, o simplemente darnos un apoyo emocional para sentirnos
mejor con nosotros mismos, que viene muy bien”. “A mi parecer, lo más
importante, es la ayuda emocional que te dan. No sólo cuando llegas por primera
vez, siempre eres uno más y te sientes ayudado y arropado en cualquier momento.
Sabes dónde tienes que ir a buscar ayudar”.
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© CAMINARÉ |
Alicia les dijo que cuando
empezó a pensar de qué podía hablarles, al principio cayó en la tentación de contarles
todas las cosas beneficiosas que podían hacer para ahorrar: la lactancia materna es el mejor alimento y es gratis, la posibilidad de usar pañales de
tela y hacerlos nosotras mismas, etc. Pero se dio cuenta que esas mujeres que
tenía delante, tienen el mismo deseo de felicidad y de bien para ellas y para
sus hijos que cualquier madre; por eso, no les iba a hablar diferente a
ellas que las madres a las que atiende en la consulta.
Muchas veces vivimos
absortos en nuestras cosas, en nuestros problemas, y la queja y el peso de la vida
nos desbordan. No nos damos cuenta que hay gente mucho más necesitada que
nosotros, con una vida llena de drama, pero con el mismo deseo que nosotros de
ser felices y de estar acompañados en la vida. Por eso, son necesarios lugares y
proyectos como éste que acogen y abrazan a todos, y que a nosotros nos hacen salir de nuestra comodidad aprendiendo a valorar lo que tenemos y poniendo al servicio de los otros un poco de nuestro tiempo y compañía.
«Por favor, no miréis la vida desde el balcón, sino comprometeos, sumergíos en el amplio diálogo social y político» (Papa Francisco en Florencia, 10 noviembre 2015).
Ocuparse del bien de todos en una administración local es un bien en sí mismo, porque significa contribuir a hacer de nuestras ciudades una casa habitable para todos y cada uno (Del manifiesto "La política es un bien", Comunión y Liberación, 4 mayo 2016)
Por eso sólo puedo daros
las ¡Gracias!
* El Proyecto Violeta de la
Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Parla (Madrid), cuyo punto de
encuentro es el centro “Dulce Chacón”, es un programa (único en la región y en
colaboración con la Comunidad de Madrid) cuyo objetivo es ayudar a mujeres
víctimas de malos tratos a recuperar su autonomía.
miércoles, 8 de junio de 2016
ASIA
En el mundo asiático encontramos
muchas estampas y grabados costumbristas. Aquí podemos ver algunos en los que,
inmersos en la escena cotidiana, vemos a madres lactando (como lo más normal
del mundo, como debe ser).
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Escena popular entre los árboles (detalle). S. XVI Kano Hideyori. Museo Nacional de Tokyo. Japón. |
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Celebrando el nacimiento de un niño. Miniatura. s.XVII. Escuela de la India. Museo Nacional de Escocia. Edimburgo. Reino Unido. |
Destaca Kitagawa
Utamaro (h. 1753-1806), pintor y grabador japonés, considerado uno de los mejores artistas de grabados. Es uno de los pintores japoneses más conocidos
y valorados en Occidente. Su obra llegó a Europa a mediados del
s. XIX, donde se hizo muy
popular, disfrutando de especial aceptación en Francia. Influyó a los
impresionistas europeos.
En su obra destaca la gracia y elegancia de los
diseños, el delicado tratamiento que realiza de los personajes y de su
expresión. Se le conoce especialmente por sus
composiciones de mujeres, de las que destaco estas de madres lactantes.
Aparecen haciendo sus labores cotidianas, lactando a bebés y a niños más
mayores.
Fuentes:
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/u/utamaro.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Utamaro
Facebook: Photos et documents d´allaiment à travers les âges.
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Imagen de barco (tesoro de niño). Utamaro Kitagawa. 1773-1806. Xilografía en color. Museo de Bellas Artes. Nancy, Francia |
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La madre y el niño. Utamaro Kitagawa. h.1790. Metropolitan Museum of Art. Nueva York (obra no expuesta) |
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Joven madre amamanta a su hijo. Kitagawa Utamaro. Metropolitan Museum of Art. Nueva York (obra no expuesta) |
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Madre amamantando a su hijo delante de un espejo. Utamaro Kitagawa. 1797. Museo de Bellas Artes. Boston. EEUU. |
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La madre y el niño. Utamaro Kitagawa. h.1793. Metropolitan Museum of Art. Nueva York (obra no expuesta) |
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La alimentación. Utamaro Kitagawa. 1801-1803. Grabado. Museo Guimet. París . Francia |
Fuentes:
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/u/utamaro.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Utamaro
Facebook: Photos et documents d´allaiment à travers les âges.
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