Unas semanas antes de tener que
quedarnos en casa por el Coronavirus, me encontré por la calle con un antiguo profesor mio. Me
paré a saludarle y le presenté a nuestra nueva hija, la pequeña que ha llegado
a casa en acogida.
Cuál fue mi sorpresa que unos
días más tarde me llamaba un número desconocido y era él, interesado en que escribiera para la revista del colegio contando qué es esto
de la acogida y por qué lo hacemos.
He de decir que desde que la
pequeña está con nuestra familia una de las cosas que más me conmueve es la
reacción de la gente que la conoce y se interesa por ella. Las preguntas, la
sorpresa y el asombro que genera.
Todo el mundo sabe qué es la
adopción, pero muy pocas personas saben lo que es la acogida. Así que, aunque
estos días de confinamiento en casa con 3 niños pequeños y un bebé son muy
intensos y con pocos momentos de tranquilidad y silencio, no quiero perder la
oportunidad de escribir para daros a conocer
una forma de vida diferente.
El acogimiento familiar es una medida de protección para
aquellos menores que, por diversas razones, no pueden vivir con sus padres y es
una alternativa preferible a la de enviarles a residencias tuteladas por la
administración. La familia acogedora puede ser su propia familia extensa (abuelos, tíos, etc.) o una familia ajena, como es nuestro caso, que se compromete a cuidarlo,
educarlo e integrarlo como a un miembro más de la misma, sin perder la relación con la familia biológica; ya que la finalidad del acogimiento no
es suplantar a la familia de origen, sino apoyar y facilitar la reintegración
con la misma.
Sin embargo, la adopción es un recurso
orientado a proporcionar una familia a niños que carecen de ella o que, aun
teniéndola, no podrán volver a vivir en ella. Es una medida definitiva e irrevocable, creándose una relación de
filiación exactamente igual que la de un hijo biológico, que genera los mismos
derechos y obligaciones, cesando todo vínculo y relación
con la familia biológica.
Ahora que ya os he contado qué es el
acogimiento y las diferencias con la adopción, voy a contaros de dónde nace nuestra decisión de acoger.
Lo primero deciros que somos una
familia muy normal, no tenemos capacidades ni cualidades especiales, salvo que
no nos gusta acomodarnos.
Para mi marido y para mí “la vida es de los que arriesgan” y eso ha ido marcando nuestra
vida en común. Nos casamos jóvenes (para la media de hoy día). Con un bebé de
apenas 5 meses, nos fuimos a vivir a la República Dominicana para trabajar en
una organización de cooperación internacional durante 4 años. Y ahora somos familia numerosa con un bebé
acogido.
Vivir en otro país durante varios
años, conocer otra cultura y romper con tu zona de confort, te abre la mente y
la mirada, mucho más cuando el país al que vas sufre pobreza y grandes
desigualdades sociales. Vivir cómodamente está bien, pero se puede vivir feliz
con lo necesario, sin caprichos y en una casa más pequeña, porque en el mundo
hay muchas injusticias y necesidades como para quedarse con los brazos
cruzados. Pero no hay que irse al “Tercer Mundo”, aunque nosotros lo hicimos y
lo vivimos en primera persona. A nuestro lado tenemos gente que lleva años en
paro y pasa dificultades, inmigrantes que vienen buscando una vida mejor, niños
con familias muy desestructuradas, gente mayor que está sola…. y qué decir de
las consecuencias de lo que estamos viviendo estos días con el COVID19.
Para nosotros la gente que está a
nuestro lado es un reclamo a salir de nuestra comodidad y superficialidad, las
necesidades que vemos y que nos tocan, nos llevan a ponernos en marcha para
ayudar y acompañar en la medida de nuestras posibilidades. Esto hace que
estemos implicados siempre en muchas cosas, tanto personal como familiarmente.
Familiarmente, incluidos nuestros
hijos, hacemos un voluntariado en el que una vez al mes con un grupo de amigos de la Asociación Estela de Cometa llevamos de
excursión a un grupo de niños (aproximadamente entre 4 y 14 años) que viven en varias
residencias de la Comunidad de Madrid. Son niños como todos, comparten juegos,
risas y canciones con nuestros hijos, y tienen el mismo deseo de ser felices y
de ser queridos que tenemos nosotros.
Además tenemos la suerte de
conocer de cerca a otras familias que acogen.
Para nosotros siempre ha sido muy atractivo este modo de abrir la familia a las necesidades de los
demás, lo cual no implica que esté exento de dificultades y sacrificios.
A raíz de conocer distintas
residencias y esta realidad más de cerca, te das cuenta de que hay muchos niños
y muy pocas familias de acogida. Y no sólo eso, hay muchos bebés viviendo en
residencias, esperando de una familia el apego fundamental que necesitan los
primeros años de vida. Así conocimos la acogida
de urgencia, un programa específico para acoger a niños de 0-6 años
durante un corto periodo, no más de 6 meses, y que tiene la finalidad de dar
una respuesta inmediata mientras la administración realiza un diagnóstico y
evitando que en ese periodo vayan a una residencia. Comenzamos a informarnos de
este tipo de acogida y descubrimos que cuadraba para nuestra familia, quizás
fuera para lo que estábamos llamados en este momento.
Acoger a niños en nuestra casa
surge de esta necesidad concreta que se nos ha puesto delante. Podríamos mirar
para otro lado o poner mil objeciones (que puede haberlas: pensar que no es
para nosotros, que no es el momento, que no somos capaces, el espacio en
casa,…) Pero nosotros preferimos ir viendo las señales que nos han ido llevando
a ello, valorarlo, pensarlo y finalmente decir… ¿y por qué no?
Porque el problema no es si puedo
o no, o si soy capaz o no. Lo importante
es tomarse en serio el deseo o la pregunta que nace en nosotros frente a la
realidad. Quizás no puedas hacer nada, quizás tú no tengas que acoger. Pero
no vale con quedarse indiferente, decir “pobrecitos”
o ya lo harán otros.
Cuando la gente te dice: qué buena eres… yo no podría…. qué mal
cuando te lo quiten… A nosotros nos han dejado a esta niña un tiempo para
cuidarle y darle todo nuestro amor sin medida. Lo que estamos viviendo no nos
lo quita nadie. Lo hacemos conscientes de que lo mejor para este niños es
partir a un lugar mejor donde se le dé una estabilidad, ya sea en otra familia
de acogida o con su familia, y ojalá sea con su familia, porque el éxito de la
acogida es que estos niños puedan volver con sus familias, porque sus familias
les quieren, aunque no se puedan hacer cargo de ellos.
Nosotros (y nuestros hijos)
recibimos y aprendemos más acogiendo a esta niña en nuestra casa que todo el
amor y los cuidados que nosotros podamos darla. Y acogiendo a estos niños,
aprendes a amar verdaderamente, sin poseer, sin esperar nada a cambio. Aprendes
a querer mejor a tus hijos (y a tu marido), a no tener pretensión sobre ellos.
Para mí la vida es más bella
cuando la comparto con los demás y salgo de mi comodidad, aunque a veces
cueste. Porque en el amor, las matemáticas tienen otras reglas. El amor no se divide, el amor se
multiplica.
¡Y así comienza una nueva aventura!
Y por supuesto, SI TE GUSTA, ¡COMPARTE!