Agradecida después
de un día intenso lleno de sorpresas y emociones, hoy reiteraría las mismas palabras que escribí el año pasado. Una a una, sin quitar ni añadir ninguna.
Cada día soy
más consciente del regalo de la maternidad, del gran esfuerzo y sacrificio que
supone, de la incapacidad que muchas veces sentimos, pero sobre todo del amor,
ternura y compasión que hace desbordar en cada poro de nuestra piel. Cada uno
de nuestros hijos es único e irrepetible, como el amor que cada uno de ellos
despierta en nosotras. Cada uno se hace querer como es y por lo que es.
A pesar de nuestros
límites y equivocaciones, todas nosotras somos las mejores madres para nuestros
hijos. Lo importante es amarles incondicionalmente sin pretensión y caminar a
su lado enseñándoles lo bella que es la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario